9/2/12

El Revolucionómetro de los idiotas (parte I)

 De los militantes comunes “comprometidos” o ¿reencauchados?

La Revolución Bolivariana arriba en este dos mil doce, a su treceavo aniversario y además a la batalla política más importante de su construcción: la reelección del Presidente Chávez. Ocasión oportunísima para que pueda escribir lo que me venga en gana y de forma libertaria, acerca de mi experiencia en este período como mujer militante incondicional del proyecto Bolivariano y socialista, como testiga de excepción de las estupideces de algunos enfermos políticos y como víctima de las más nauseabundas prácticas de persecución, estigmatización y exclusión, por parte de un arreo de seres que atacan en nombre de un proceso en el que no creen, sino que se lo viven. Aunque suene arrogante lo anteriormente escrito, créanme que tiene mucho que ver con los resultados de esa experiencia.
Hace mucho rato escribí acerca de la corrupción de los mejores, como la peor (corruptio optimi pessima est) y además escribí acerca de los enfermos y enfermas, que andan con una guillotina portátil bajo el brazo, haciendo uso de una prosapia revolucionaria repugnantemente falsa y palangrista. Escribir sobre el tema en cuestión, tiene su costo en un escenario dominado por politiqueros de oficio, que no tienen otra cosa que garantizarse su espacio y beneficios. Son pescadores de rio revuelto.
Es insólito que la locura y el disfraz, encante al pueblo en formación. Es penoso observar en esta etapa a personajes fosilizados que, en su trayectoria de vida, se dedicaron a banalidades y a lograr metas personalísimas, aprendieron al caletre el discurso revolucionario para vomitarlo cada vez que las circunstancias lo ameriten y en el fondo no son otra cosa que mediocres, arribistas y adulantes hasta el hastío de quienes representen una apetitosa cuota de poder.
Es ridículo pensar que todos los que pasaron por la academia militar son un clon de Chávez. No es así y cuidado con quienes presumen de ello, pues lo que quieren es montarse en el lomo del sujeto histórico, Hugo Chávez. Es grotesco y ofensivo a la dignidad, decirle a quienes escuchan, haciendo uso descarado de la manipulación y la ignorancia del otro, que “debemos contar las veces que nombra a Chávez”, para medir su compromiso revolucionario. Es iluso pensar que la heterogeneidad en la militancia es necesaria para garantizar no sé qué carajo. A mi parecer es rojo con rojo y adecos con adecos, sin discusión, las diferencias en pareceres se aceptan, mas no puede haber dentro de un colectivo comprometido con la causa revolucionaria, diferencias en cuanto a la militancia, pues los proyectos políticos de la derecha son antagónicos con los de la revolución y las aspiraciones del pueblo, con todo y que aún le falta mucha formación.
Es malintencionado insinuar que los encuentros sociopolíticos de asistencia diversa, deben ser analizados para precisar “los niveles de formación”, que imbecilidad. El buen revolucionario ni siquiera mediría tal cosa, por el contrarío, habla para entenderse y cuando lleva alguna ventaja, enseña al otro para que avance y mejore. Es muy adeco acudir a reuniones políticas para COMPETIR con el que se tiene al lado, para ver quién es más “pico e plata”, eso solo dice una cosa: se aspira y no se quieren piedras en el camino y  en consecuencia se escucha al otro para anularle, cualquier cosita es buena. Lógicamente no son discusiones de fondo las que inician estos seres desgraciados, sino monólogos sobre sí mismos, para demostrar lo bueno que son, emulan a Chávez citando anécdotas personales, familiares y hasta militares, la verdad es que es hasta chocante, pues segundas partes siempre fueron MALAS. Este tipo de personajes hablan del compromiso que tienen y hábilmente cierran con “yo sé que no soy un revolucionario integral, pero estoy trabajando en ello” y luego, a modo de comadreja, clavan sus garras en la amenaza representada en cuerpo ajeno, hablan entre líneas pues son cobardes y escupen un “te miro a los ojos y sé que eres contrarevolucionario/a”. No me jodan.
Este tipo de idiotas, alaban el proceso por el que hemos vivido y le endilgan el mote de INÉDITO, no por la beligerancia de Chávez al enfrentarse con valentía contra los imperios, sino porque es soft, y todavía no hay un maldito corrupto adeco o copeyano cuarto republicano preso. Les gusta porque es suave y va poco a poco incluyendo a todos y todas. Y apelan al discurso castrense de la democracia como el régimen panacea de la vaina. ME PARECE QUE LA ÚNICA RAZÓN POR LA CUAL ES INÉDITO NUESTRO PROCESO, ES PORQUE SE DA EL TUPÉ DE AGUANTAR A IDIOTAS COMO ESTOS QUE ENCUENTRAN PÚBLICO Y OÍDOS EN ALGUNOS GRUPOS POPULARES y claro, se aprovechan de la falta de formación político ideológica. Sin embargo, la historia es cruel con este tipo de personajes y los muele sin piedad pues, sus palabras no encuentran similitud con sus acciones pasadas ni presentes y entonces, se les ve hartándose en los mejores restaurantes de Caracas, en el Sambil y no precisamente vitrineando, e incluso, viajando por las Europas, tu sabes para distraerse, quizás hasta tengan a la cachifa que les lava el piso, las pantaletas y los interiores.
Con darle de comer a un mendigo y soltar cuatro lagrimas en un entierro, no se lava conciencia, ni se hacen mejores revolucionarios/as, pues son acciones artificiales, las hacen porque trabajan públicamente para que les vean, más no porque lo sientan. Hacen como la Maricori que se limpió el rostro cuando la besó la negrita. Francamente, por más que se tongoneen siempre se les verá el bojote.
El buen revolucionario lucha de forma permanente para que no hallan mendigos, no le da asco y cuestiona el estado injusto que los multiplica, exige se resuelva y crea misiones desbordando la estructura de un estado liberal y burgués lleno de bichos, como lo ha hecho Chávez y termina con una enérgica condena al sistema capitalista por tan abominables efectos.
Es así que los inescrupulosos idiotas con su revolucionómetro, se sientan en silencio con una postura de semi dioses en una reunión, dejan que los demás hablen y luego intervienen para hablar de sus glorias, hablar del Presidente Chávez y lavarse el rostro con él, presumir de su gran humildad al llamarse a sí mismos, con voz llorosa, revolucionario incompleto, pero suministrando al mismo tiempo, el “ranking” de los presentes en la reunión. Son más intrigantes y portadores de miserias que otra cosa y no sirven para este arduo trabajo de transformación radical.   

En próxima entrega, me referiré a los militantes exquisitos que se precian de intelectuales.

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