El asunto de la mujer, es un asunto de poca discusión en el escenario académico. En la cotidianidad, es debatida por razones obvias, un golpe, una ofensa, una amenaza, el estupro, los malos tratos, los celos, las traiciones y la envidia, no se pueden ocultar. La colectividad ejerce una suerte de mecanismo de presión que obliga a todos y todas a abordar el asunto por deber no por convicción.
Es así, como se desdibuja la violencia en una de sus más terrible manifestaciones, la invisibilización o la mimetización de la cuestión femenina. Sin embargo, la violencia posee múltiples caras. La ausencia de igualdad en cuanto a las normas establecidas, la ausencia de oportunidades, es decir la ilusión de una igualdad; la posibilidad de al fin enterarse de la condición de oprimida, ese "darse cuenta" y sentirse sujeta dentro de una estructura patriarcal que nos obliga a asumir falsas poses y conductas por mera sobrevivencia. Más allá de esta consideración, está el hecho de que es falso el apotegma que se anunciase en las postrimerías del siglo XX, en cuanto al derrumbe del espacio privado como escenario favorito de dominación masculina. Esa realidad, sigue siendo así.
Las reglas impuestas nos favorecen hasta donde conviene al discurso fariseico de esta sociedad moderna. En el ámbito académico aún reinan visos del patriarcado mayor, el intelectual. No entiendo por que será tan difícil reacomodar las relaciones humanas. Creo que las y los miembros de la especie no somos, ni seremos nunca francos en su totalidad en nuestra interrelación.
Ahora, las posiciones se extreman, pareciera que estamos condenadas y condenados al extremismo en nuestro quehacer. A luchar más allá de la igualdad, por la supremacía. Y créanme que particularmente no apuesto a dominación alguna. Creo que debemos redimensionar y definir que deseamos más allá del hecho coyuntural de la liberación. Soy aparentemente, libre, reconocida, respetada ¿y qué?.
La libertad, está sujeta a marcos societales que imponen patrones prefigurados de lo que significa ser Mujer, seremos “libres” en la medida que nos aproximemos a dicha estampa. Ineludiblemente es un asunto de poder. Dominación de unos sobre otras. El conocimiento libera, supuesto que es negado al ver las estadísticas de mujeres profesionalizadas, victimas de violencia.
Las mujeres no somos minoría. Eso es una realidad milenaria. Somos la mitad de la especie. Más allá de la búsqueda en el inconsciente, está el hecho palpable que no hemos podido superar nuestras limitaciones individuales para dar paso a objetivos comunes.
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