Para algunas mujeres, nuestra lucha nunca ha tratado de
sublimar o desplazar la lucha milenaria entre las dos mitades de la especie.
Siempre ha habido antagonismos. Negar eso es negar la historia de las mujeres y
reconocer que hay avances solo a partir de la revolución industrial y la
emergencia del modo de producción capitalista. Es ridículo negar que las
mujeres en el espacio privado somos mil veces más explotadas que las que nos
atrevimos a andar en el espacio público, eso es desconocer a nuestras hermanas.
No es posible que algunos planteamientos pretendan diluir o
diluyan los antagonismos intraespecie que van más allá de la moderna categoría “clase
social”, eso es negar la naturaleza opresora y agresiva de la especie
masculina. La mujer proletaria no aparece en el siglo XVIII de forma aséptica,
ella es el resultado del devenir de la historia, geografía y cultura donde se
desarrolle, no es una verdad universal y no puede desconocerse la historia
previa de las mujeres que no siendo proletarias, igualmente libraron batallas y
avanzaron, lucharon y murieron, parieron y reprodujeron, trabajaron y
sostuvieron otros modelos de organización cultural y político. No podemos ser
tan mezquinas.
El antagonismo entre capital y trabajo, entre dueños de
medios y proletarios no puede suplantar nuestra lucha milenaria como mujeres.
Este escenario solo es novedoso, incorpora nuevos elementos, nuevas formas de
explotación pero siempre hemos sido explotadas en capitalismo o en el
paleolítico.
¿La igualdad real? Cuando se reconocen las divisiones que han
generado los propios procesos históricos en los cuales ha actuado de forma
secundaria la mujer, se está asumiendo que efectivamente la igualdad es una
ilusión que, en el caso del modelo burgués, ha sido llevado a la construcción
de las normas para aminorar su impacto en el conjunto social.
La igualdad real, pasa por el replanteamiento de las mujeres
en torno a su rol, considerando que los universalismos son anti igualdad real,
por lo que debemos considerarnos tan diversas que es imposible pensar en una
igualdad real sino que debemos pensar en muchas igualdades reales en la
diferencia. Porque la igualdad a secas desde la lógica patriarcal, ha sido
universalizante y nos ha colocado una camisa de fuerza que más bien nos ha
dividido.
La razón instrumental está construida desde parámetros e
indicadores convenientes a quien detenta el poder, está sujeta a una coyuntura
histórica y geográfica. El poder en su más amplia noción, alude a la imposición
de voluntad de unos sobre otros. De tal manera que la razón, la modernidad sólo
han metido dentro de modelos normativos las instintivas tendencias de la
especie humana, en especial la masculina, al conflicto, la violencia, la
guerra.
No hay tal choque, porque no se trata de un encuentro casual
entre civilizaciones, culturas o grupos humanos. Se trata de enfrentamiento,
pensado, fríamente calculado por un grupo (si) de seres humanos cuya
beligerancia es mucho más alta, elaborada y desarrollada que la del resto.
Además, nos encontramos con que tienen acceso a los medios materiales para
hacer la guerra como medio para dominar a otros.
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