A propósito de la revsión de texto de Sokal y Bricmont
Cuál es la razón por la que un ser humano, que se sabe privilegiado por poseer conocimiento, habla para que nadie lo entienda, ni siquiera así mismo. Es una pregunta que cínicamente ha sido develada por quienes apelaron a una práctica un tanto “anti ética”, estamos hablando del escándalo Sokal.
A lo largo de la historia, el ser humano ha buscado respuesta a múltiples interrogantes que han sido satisfechas en la medida que ha ido descubriendo lo cognoscible. Pero ¿Qué hace que lo cognoscible numérico y calculable sea la esencia del saber por encima de otros saberes o conocimientos? Creemos que la conseja que reza: el ser humano teme a lo desconocido aplica en esta reflexión pues, de seguro (aparentemente) sumar dos manzanas más dos manzanas darán cuatro manzanas, así una de ellas esté hueca y picada de gusanos. Para quién escribe son solo tres las manzanas y una que no suma lo que de forma real representa la manzana, es solo una manzana podrida. Las ciencias “exactas” nos darán una explicación pura a la operación algebraica que justificará lo antes citado a modo de ejemplo. Resultando, que para las matemáticas la cualidad de manzana no interesa, pues es sólo lo que ella en sí misma representa, lo que importa. Que esté podrida y picada de gusano no le resta cualidades mensurables.
Ahora bien, Alan Sokal se atrevió a exponer las idiotas (en el estricto sentido histórico etimológico de la palabra)[i] estrategias discursivas, utilizadas por los científicos que adoran usar un discurso enrevesado (oscuro a decir de Sokal) para hacer un ejercicio de virguería académica que, relacionan con el “estatus social” que da el título educativo. Pero lo dicho, titulo no hace gente.
El escándalo Sokal, denuncia de alguna manera la forma mediante la cual las ciencias, o más bien los “científicos sociales”, hacen un ejercicio grosero de enredo del lenguaje mediante la adopción de términos propios de las ciencias mal llamadas exactas. Es así que leemos con preocupación término tales como; meseta, Edipo con Electra, rizomas, kinismo, Sinthome, troquel, fractal, lambda, silogismos sociales, que si lo real no es real pues está construido en lo simbólico que a su vez, está en lo imaginario, que no es precisamente inconsciente colectivo que procede de un ser real, en fin etc., etc., etc., casi que a modo de trabalenguas estos y otros miles de términos supercalifragilisticoexpialidosos que son utilizados por ciertos intelectuales sociales de oficio para explicar situaciones sencillas (que no por sencillas menos importantes o complejas) tales como, golpizas de machos hacia mujeres, tristezas por despecho, dominación imperial, guerras, prácticas sexuales diferentes, entre otros etcéteras.
Tristemente somos herederos de la tradición del pensamiento euroccidental. El detalle es, como señalara Derridá[ii], hacerse un heredero/a “fiel” o “infiel” de tal pensamiento. Pareciera que la idea de ser legatario/a, invita a apropiarse de la herencia, la cual es en ocasiones “inapropiable”.
Lo cierto es que en cuanto al asunto que nos ocupa: el uso de términos propios de la ciencia exacta por demás híper enredados para explicar hechos sociales es, a lo menos, algo recurrente en estos tiempos de enredos lingüísticos. Considero que las razones que incidieron en Sokal y compañía para la burla arrogante de personajes de la ciencia social (a la cual pertenezco), y de la cual no me atrevería a denigrar sin primero leer y leer, revisar y revisar, discutir y discutir. En fin, sin primero pasar por el tamiz de la revisión con los míos, en lo social que es humano, son razones estructurales de tipo irrelevantemente subjetivas.
Esto me llevó a reflexionar en torno a lo sagrado y lo profano. Fijémonos en la siguiente cita en la cual Alan Sokal y compañía señala lo siguiente
Pero, ¿qué es exactamente lo que sostenemos? Ni demasiado ni demasiado poco. Mostramos que famosos intelectuales como Lacan, Kristeva,Irigaray, Baudrillard y Deleuze han hecho reiteradamente un empleo abusivo de diversos conceptos y términos científicos, bien utilizando ideas científicas sacadas por completo de contexto, sin justificar en lo más mínimo ese procedimiento -quede claro que no estamos en contra de extrapolar conceptos de un campo del saber a otro, sino sólo contra las extrapolaciones no basadas en argumento alguno (…)No pretendemos con ello invalidar el resto de su obra, punto en el que suspendemos nuestro juicio[iii]
Es evidente que el lead de la información anterior, oculta la verdadera intención de los responsables: demostrar que la rivalidad milenaria entre las ciencias mal llamadas exactas y nuestras ciencias sociales, que al final son la suma de las ciencias HUMANAS, está más viva que nunca. Pero quizás de forma mucho más miserable, estos personajes demuestran que existe una idea jerárquica de pirámide académica en la cual, la cúspide está ocupada por el dato, lo mensurable. Igualmente, dicha cita del texto de Sokal & Bricmont evidencia un dejo de grosera altivez sin precedente, que solo se le hubiese permitido a Alberto Einstein en sus mejores tiempos: señalar que el “JUICIO” que están haciendo es piadoso, y saltan el resto de la obra de los compañeros colocados en medio de la diana.
En cierta ocasión, me encontraba reunida con un Neurocirujano por razones nada agradables, pues la vida de un familiar querido pendía de la mano diestra de dicho profesional. Éste, luego de cerrar la conversación conmigo en calidad de familiar del paciente, le dijo a otro colega “definitivamente somos semidioses”. Vaya que no tiene límite la arrogancia disciplinaria y es hasta temeraria. Esto me lleva a preguntar ¿será que se considera una joya sagrada la jerga de las ciencias exactas? ¿Será que profanar dichos conceptos y “hacer uso abusivo” es causa de pena y graves sanciones por parte de alguna junta inquisitorial científica? Bien, si la vaina es así, me declaro profana e invasora de tierras sagradas.
Que descaro se lee entre líneas del texto de Sokal, al pedir el uso “adecuado” de las sagradas teorías de las ciencias duras. Ello, provoca devolver la pregunta como ser humano preocupado por el impacto de la aplicación del progreso científico para dañar al hermano ¿Qué sucede con la criogenia que está siendo utilizada por los norteamericanos para producir armas de precisión para exterminio? ¿Qué hay de la medicina y la farmacéutica que han mercantilizado la vida y el cuerpo? ¿ Qué hacen para impedir el envenenamiento de los niños explotados en las minas de la India y África para extraer minerales necesarios para elaborar productos mediante refinadas formulas químicas y físicas dentro de las grandes industrias? ¿Qué hacen los científicos de las ciencias exactas JUNTOS para resolver el asunto de la secuela dejada por la sagrada “teoría hecha bomba” en Nagasaki e Hiroshima? ¿Qué hacen para detener EL MAL USO QUE SE LES DA A LOS AVANCES CIENTÍFICOS DE LAS CIENCIAS DURAS y los graves grados de miseria que matan y matan bajo la mirada inclemente de los padres de la ciencia, la industria y el decoro? ¿Qué del deterioro medioambiental que amenaza la vida en el planeta?
Creo que el asunto no está en justificarles a Alan Sokal y Jean Bricmont en calidad de voces universales del gremio de matemáticos y científicos, el uso ADECUADO de las sagradas tierras de las ciencias exactas. La cuestión no está en solicitarles atrevidamente a otros científicos, así el discurso que ellos llaman oscuro no guste, que justifiquen el uso de las categorías científicas por excelencia y capa roja para “estudiar lo social”. Como si todas las ciencias sociales se dedicasen a rascarse el ombligo y a realizar simples fotografías de los hechos sociales (análisis meramente descriptivo). El detalle es que los científicos sociales terminan tratando de superar los traumas dejados por aquellos despreciables que en nombre de la ciencia han devastado a la humanidad.
Y para concluir, deseo confesar que nada me es más repulsivo que leer a dos seres que son dignos ejemplares fosilizados de la especie humana, que deberían pasar al museo de lo rechazable. Pues estos seres nada aportan para resolver los problemas más ingentes de la especie, sino que se dedican a defender su piche parcela de conocimiento.
Notas
[ii] Jacques Derridá. 2005. Y mañana ¿qué? Pág. 10.
[iii] Sokal & Bricmont (1999) Imposturas intelectuales. España, Ediciones Paidós Ibérica. Pág. 14.
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