Reflexionando acerca de la forma como nos relacionamos en esta revolución, me consigo con escenas repetidas de “cállate la boca, que puedes perjudicar al Presidente”. Bien, creo que esta frase lapidaria y chantajista es harto conocida por muchos y muchas. Cuando un “ciudadano” de la República se atreve a expresar sus pareceres o postura crítica con relación a cualquier hecho que represente una irregularidad en cualquier institución, misión o administración pública en general, siempre te salta algún lumpen energúmen@ dueñ@ de uno de los tantos revolucionometros a gritarte: ¡Bueno chica! Es que tú como que eres medio escuálida!! No ves que hablando esa paja perjudicas al Presidente y al “proceso” o a la jefa o al jefecito y su gestión! Pero, curiosamente cuando les preguntas ¿Qué entienden por proceso?, estos personajes ven al techo, se rascan la barriga o simplemente se empinan su vasito de wisky y te cambian el tema. ¿Cuántos no se han lavado el rostro con el Presidente y la Revolución?, ¿Cuántos no han detenido reclamos justos de derecho a nombre del Presidente y de la Revolución? Más aún ¿Cuántos no hemos sido víctimas del vil chantaje político ante la revisión crítica de algún hecho doloso en la administración pública?
El nuevo código de valores revolucionario, amerita sincerarse y revisar las actitudes que se requieren para la construcción de una sociedad justa, respetuosa del otro(a) y del modelo alternativo Bolivariano. La traición, la complicidad, la actitud complaciente del “a todo sí a nada no” o el jalabolismo (baña perros de la cuarta), por el hecho de seguir haciendo lo que es más conveniente para la individualidad y sus intereses, o por seguir disfrutando de la beca ministerial, primas por jerarquización, o de disfrutar de viajes con viáticos financiados por el organismo, o de cuidar el puesto (ergo bozal de arepa), o los permisos o comisiones de servicios otorgados(remuneradas o no) entre otras. Mi patria, mí casa, Venezuela, es el escenario propicio para el debate y la revisión del proceso que hemos estado viviendo hasta ahora. Pero más propicios son los espacios de la UBV, para dilucidar tan importante cuestión. No tendría sentido ocultar fallas y sería un error fatal para el futuro que es presente, insistir, a diez de años de revolución y con el antecedente de NO HABER APLICADO LA NECESARIA REVISIÓN A PARTIR DE LAS TRES R en 2007, en decirle al de al lado al más rancio estilo de los cabilleros adecos: cállate por que si no, te jodo, no ves que me saboteas mis proyectos personales, mis beneficios ¿A quién se le ha olvidado la revolución? ¿No será a quienes hoy sólo cuidan su comodidad, sus prebendas, su semillero personal, sus proyectos particulares? Da asco el mezclote extraño del pseudo discurso revolucionario que sale de los hocicos de quienes como jauría de perros, sólo cuidan rebaño ajeno: se llaman de avanzada y muy claros, pero sin negociar los privilegios del ser “intelectual parasitario” de nuestra universidad.
Siempre he creído que el verdadero sentido de la amistad radica, en la posibilidad de señalar el momento justo cuando se ha equivocado el camino. Así, como la certeza de andar por la senda justa. Resulta que hoy te amedrentan, con el babero en la boca, con frases repetidas y poco originales como: “caramba compatriota dudo de su compromiso revolucionario”. ¡¿Quién carajo tiene la vara para medirlo?! La estratagema de silenciar por conveniencia, es contrarrevolucionaria. Pretender que esto siga siendo una práctica común; ES TRAICIÓN.
Resulta que en repetidas ocasiones son aquellos pseudo revolucionarios, practicantes de sus miserias sin ningún escrúpulo, los oportunistas, los que le besan los pies y son capaces de desdoblarse y pasar de académicos/as ilustradas de capa roja y demás a bodyguard de las autoridades: No mejora nada el enfermo y francamente ¡Lo que dan es lástima! Esos que logran colarse en las estructuras de poder y con un doble discurso pasan a negociar licitaciones para privilegiar contratistas, aplicar “operación colchón”, usufructuar de los bienes del estado para beneficio propio, transar puestos de trabajo, negociar cabezas, negociar becas institucionales, administrar cooperativas, comprar conciencias falsas con becas, viajes o carguitos, consolidar el nepotismo, en fin ejercer uno de los vicios más dañinos de todo sistema de gobierno: la corrupción (mental y material). La corrupción es el cáncer de la democracia. La corrupción descompone el quehacer político y carga, como sietecueros, en la piel social, la lisonja, el despotismo, la mentira, la manipulación, el rastrerismo, el “casi te pongo las pantuflas”. Todas estas actitudes genuflexas y rastreras, parecen constituirse en la madre de las anti virtudes que poco a poco, se ha ido imponiendo en nombre de la Revolución.
Si te atreves a alzar la voz para protestar por alguna acción violatoria de algún derecho, entonces acuden enseguida estos personajes faltos de olfato político y de valor para enfrentar al verdadero adversario, y proceden a amenazarte de manera velada y descarada. Luego te expresan con mirada lánguida y la mano en el corazón, que “por el Presidente y la Revolución debes callar”. Debemos evitar que la cotidianidad del pueblo noble se contamine con esta práctica y con la indiferencia y la estrategia guebeliana de crear, desde los laboratorios chimbos de chisme y cobardía, matrices de opinión en contra de quienes expresen sus opiniones o señalen los errores. Triste es oír a personitas, muy rastacueras/os recogiendo el rumor o chisme para joder la moral del Otro y de la Otra. Insinuando con comentarios malsanos, para comprometer la moral ajena: COMO DICEN EN MI TIERRA, LAS PUNTAS SON PROPIAS DE LAS PUTAS…Y es que hasta miserablemente cobardes son. Enseñar al pueblo a exigir derechos, señalar fallas, actos de corrupción y cumplir deberes, es revolucionario. Porque se entiende que errar es de humanos, rectificar es de sabios. Sean sabios.
SIN ANONIMOS, DE FRENTE Y CON LA CARA EN ALTO.
Ingrid Castillo
ibecast@gmail.com
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