Imagen: Mujer desnuda.Darío Morales.Pintor Colombiano.
Georg Simmel (1858-1918) ha sido uno de los filósofos de la sociología alemana más importantes, por su contribución al análisis del orden interactivo y los detalles de la cotidianidad del individuo y su impacto social. Ha escrito un sin fin de obras, entre las cuales destacan Introducción a la ciencia moral (1892-1893), Filosofía del dinero (1900), Sociología (1908) y El conflicto de la cultura moderna (1918). Además de haber escrito artículos que generaron diversas polémicas como La metrópoli y la vida mental (1903). En este ensayo, el autor recoge las inquietudes particulares del ser urbano, su conducta, sus prácticas culturales y además su hipótesis –que como el autor señala- proponen que la tensión de los individuos en la sociedad moderna corresponde a un cierto tipo de tensiones que tocan su máxima altura al llegar al blasse.
Señala Simmel, como hecho interesante, que la personalidad moderna (contextualizado claro en la virginal y naciente economía capitalista moderna) se constituye de tres grandes aspectos: capitalista, indiferente y reservado (1903:1). Su acercamiento a la realidad se hace desde el enfoque psicológico y cultural, superando los análisis referidos a relaciones del ser humano como epifenómeno de lo económico, político e incluso religioso.
En fin Simmel, centra su esfuerzo en este escrito en la confrontación que sobreviene al individuo cuando se encuentra con el mundo exterior (Cfr. 1). Para Simmel, el problema de la vida moderna tiene que ver con las contradicciones entre la invidualidad y las avasalladoras fuerzas sociales, que más bien llamaría Durkheim presión social a partir de la conformación de un orden social necesario cimentado en la solidaridad orgánica para el ámbito de lo público y solidaridad mecánica desde el ámbito de lo privado. Entiendo, sin embargo, que para Simmel es el individuo el centro de su esfuerzo intelectual mientras que para Durkheim es el cuerpo social. Incluso, Simmel va mucho más allá y se atreve a señalar una sentencia lapidaria que iría contra grandes teóricos como Thomas Hobbes (Cfr. Pg 265 Leviathan), al señalar que la naturaleza del hombre es común a todos y originalmente buena (resaltado nuestro) (Simmel G., 1903:1).
Simmel reconoce que la hiperespecialización nos lleva indefectiblemente a la interdependencia social que según el autor, no tiene ninguna relación con la lógica competitiva. La lucha del ser moderno, será entonces la de evitar la supresión de su individualidad en nombre de la cohesión social. Asimismo Simmel, señala la preocupación por lo que pudiésemos llamar el proceso de adaptación y juste del ser humano a la vida social.
El aspecto biológico no esta fuera de su análisis sociológico ya que, incluso, vincula la práctica urbana con la vertiginosa vida en las ciudades y su influjo en el estimulo nervioso de los individuos. Establece un análisis comparativo entre la conducta y estructura mental y emocional del individuo en la ciudad y en el área rural. Señala, que hay una especie de letargo en la vida campesina el cual está vinculado a las tradiciones. Continúa describiendo y especificando las diferencias sociales, económicas e intelectuales del hombre de ciudad y de campo. Es así como Simmel llega a la conclusión de que el concepto de intelectualidad es una cualidad propia del citadino. La razón les asiste y les sirve de asidero para darle sentido a sus vidas.
La vida urbana tiene poder. Esta afirmación se encuentra subyacente en todo el escrito y, se encuentra fortalecida por el blindaje monetario con el cual cuenta la metrópoli. Se pudiese decir que acá, entra de manera ligera y hasta audaz aquella expresión muy cotidiana de nuestro pueblo que dice ¿Cuánto tienes, cuánto vales?. Es esta la expresión que engloba ese ropaje material con el que se recubre la urbe y quienes en ellas subviven. La cuantofrenía, el afán por lo mensurable, medible y explicable, señala de manera general Simmel, es propio del hombre citadino y racional.
Simmel llega a la conclusión de que la metrópoli se nutre en cuanto a sus relaciones comerciales del anonimato social. Más taxativamente señala que a través de este anonimato los intereses de cada parte adquieren un carácter casual, casi despiadado…la economía monetaria domina la metrópoli (1903: 3). En razón de esta reflexión el autor se plantea una dicotomía entre la influencia de la intelectualidad en la economía o al revés.
Otra de las afirmaciones problematizadoras de Simmel, es la que señala la calidad fría y calculadora de la mente moderna. Quizás producto de la complejidad de la pujante economía monetaria de la metrópoli. El elemento clave que permite la integración de todos estos elementos de la vida metropolitana, es el tiempo. Simmel, señala que la acuciosa práctica por ejemplo de llevar el control puntual del horario de trabajo, para el almuerzo, para estudiar, etc., nos permite la consolidación de las condiciones requeridas para mantener presionado el estimulo nervioso de los individuos lo que termina haciéndoles impersonales y vulnerables.
Para finalizar este breve análisis, podemos concluir que Simmel es un autor complejo, que se atrevió a mirar más allá de las abstracciones y utilizó la observación como estrategia que le permitió identificar elementos puntuales en el tejido cotidiano social y económico de su época que aún hoy lo mantienen vigente para la reflexión y el debate crítico.
Georg Simmel (1858-1918) ha sido uno de los filósofos de la sociología alemana más importantes, por su contribución al análisis del orden interactivo y los detalles de la cotidianidad del individuo y su impacto social. Ha escrito un sin fin de obras, entre las cuales destacan Introducción a la ciencia moral (1892-1893), Filosofía del dinero (1900), Sociología (1908) y El conflicto de la cultura moderna (1918). Además de haber escrito artículos que generaron diversas polémicas como La metrópoli y la vida mental (1903). En este ensayo, el autor recoge las inquietudes particulares del ser urbano, su conducta, sus prácticas culturales y además su hipótesis –que como el autor señala- proponen que la tensión de los individuos en la sociedad moderna corresponde a un cierto tipo de tensiones que tocan su máxima altura al llegar al blasse.
Señala Simmel, como hecho interesante, que la personalidad moderna (contextualizado claro en la virginal y naciente economía capitalista moderna) se constituye de tres grandes aspectos: capitalista, indiferente y reservado (1903:1). Su acercamiento a la realidad se hace desde el enfoque psicológico y cultural, superando los análisis referidos a relaciones del ser humano como epifenómeno de lo económico, político e incluso religioso.
En fin Simmel, centra su esfuerzo en este escrito en la confrontación que sobreviene al individuo cuando se encuentra con el mundo exterior (Cfr. 1). Para Simmel, el problema de la vida moderna tiene que ver con las contradicciones entre la invidualidad y las avasalladoras fuerzas sociales, que más bien llamaría Durkheim presión social a partir de la conformación de un orden social necesario cimentado en la solidaridad orgánica para el ámbito de lo público y solidaridad mecánica desde el ámbito de lo privado. Entiendo, sin embargo, que para Simmel es el individuo el centro de su esfuerzo intelectual mientras que para Durkheim es el cuerpo social. Incluso, Simmel va mucho más allá y se atreve a señalar una sentencia lapidaria que iría contra grandes teóricos como Thomas Hobbes (Cfr. Pg 265 Leviathan), al señalar que la naturaleza del hombre es común a todos y originalmente buena (resaltado nuestro) (Simmel G., 1903:1).
Simmel reconoce que la hiperespecialización nos lleva indefectiblemente a la interdependencia social que según el autor, no tiene ninguna relación con la lógica competitiva. La lucha del ser moderno, será entonces la de evitar la supresión de su individualidad en nombre de la cohesión social. Asimismo Simmel, señala la preocupación por lo que pudiésemos llamar el proceso de adaptación y juste del ser humano a la vida social.
El aspecto biológico no esta fuera de su análisis sociológico ya que, incluso, vincula la práctica urbana con la vertiginosa vida en las ciudades y su influjo en el estimulo nervioso de los individuos. Establece un análisis comparativo entre la conducta y estructura mental y emocional del individuo en la ciudad y en el área rural. Señala, que hay una especie de letargo en la vida campesina el cual está vinculado a las tradiciones. Continúa describiendo y especificando las diferencias sociales, económicas e intelectuales del hombre de ciudad y de campo. Es así como Simmel llega a la conclusión de que el concepto de intelectualidad es una cualidad propia del citadino. La razón les asiste y les sirve de asidero para darle sentido a sus vidas.
La vida urbana tiene poder. Esta afirmación se encuentra subyacente en todo el escrito y, se encuentra fortalecida por el blindaje monetario con el cual cuenta la metrópoli. Se pudiese decir que acá, entra de manera ligera y hasta audaz aquella expresión muy cotidiana de nuestro pueblo que dice ¿Cuánto tienes, cuánto vales?. Es esta la expresión que engloba ese ropaje material con el que se recubre la urbe y quienes en ellas subviven. La cuantofrenía, el afán por lo mensurable, medible y explicable, señala de manera general Simmel, es propio del hombre citadino y racional.
Simmel llega a la conclusión de que la metrópoli se nutre en cuanto a sus relaciones comerciales del anonimato social. Más taxativamente señala que a través de este anonimato los intereses de cada parte adquieren un carácter casual, casi despiadado…la economía monetaria domina la metrópoli (1903: 3). En razón de esta reflexión el autor se plantea una dicotomía entre la influencia de la intelectualidad en la economía o al revés.
Otra de las afirmaciones problematizadoras de Simmel, es la que señala la calidad fría y calculadora de la mente moderna. Quizás producto de la complejidad de la pujante economía monetaria de la metrópoli. El elemento clave que permite la integración de todos estos elementos de la vida metropolitana, es el tiempo. Simmel, señala que la acuciosa práctica por ejemplo de llevar el control puntual del horario de trabajo, para el almuerzo, para estudiar, etc., nos permite la consolidación de las condiciones requeridas para mantener presionado el estimulo nervioso de los individuos lo que termina haciéndoles impersonales y vulnerables.
Para finalizar este breve análisis, podemos concluir que Simmel es un autor complejo, que se atrevió a mirar más allá de las abstracciones y utilizó la observación como estrategia que le permitió identificar elementos puntuales en el tejido cotidiano social y económico de su época que aún hoy lo mantienen vigente para la reflexión y el debate crítico.
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