3/7/07

Corruptio optimi pessima est

La corrupción de los mejores es peor


La corrupción no es una práctica novedosa o reciente en nuestro quehacer humano, mucho menos “político”. Para el romano Marco Tulio Cicerón (106-43 a.C), quien fuese un político destacado por su honradez, la corrupción representaba un flagelo de cuidado, en especial cuando ésta era ejecutada por quienes se habían dicho “mejores”. Dos milenios mas tarde, la cosa no ha variado mucho, el discurso político operante guarda sus matices a la hora de revisar procesos, pues éste se debate entre el hacer y el ser. Ahora bien, en nuestro contexto, las experiencias de épocas anteriores marcan de alguna manera la pauta pues hemos sido tocados por el proyecto civilizatorio derivado de culturas dominantes e imperantes. Corruptio, siempre ha estado presente en el quehacer cotidiano y político de la sociedad europea-occidental. Igualmente éste, ha ido refinando prácticas, mecanismos y herramientas en la medida que la especie y el tiempo evolucionan. Particularmente considero que la corrupción y sus derivados forman parte de las miserias humanas que nos acompañan en nuestros procesos. Etimológicamente el termino corrupción, alude a procesos de “descomposición” que perjudican un todo. La corrupción desde el punto de vista gnoseológico, vendría a ser la valija que alberga todo un abanico de prácticas y hechos que apuntan al entumecimiento y posterior putrefacción metastásica del corpus social y político, esto se consumaría mediante la composición axiológica de la corrupción. En fin el punto central serían los elementos que se constituyen en los indicadores de descomposición, los “valores de la corrupción”. Sin embargo, no es exógeno este proceso, por el contrario, cada ser viviente que compone la especie se convierte en pieza clave para comprender y medir el alcance de las prácticas corruptas y sus consecuencias. Por ende, no es posible acercarse a tales hechos sin pasar por el tamiz del propio grupo involucrado. De allí que muy posiblemente la corrupción, esa invasión silenciosa de la cual está siendo víctima nuestra revolución desde adentro, sea quizás mas peligrosa que cualquier amenaza externa, pues la misma se disfraza inescrupulosamente. Existen múltiples hechos que nos invitan a reflexionar en cuanto al tema en cuestión. Cuando un joven arremete contra su pareja en escenarios públicos o privados y el resto del grupo cercano observa impávido sin actuar para evitar o señalar la violación de un derecho, esta siendo cómplice de un hecho que poco a poco va pudriendo las bases de la comunidad humana. Cuando un ente internacional, como la OEA, se aprueba un crimen de lesa humanidad como la invasión a un pueblo soberano, hecho que consecuentemente ha traído el asesinato sistemático de miles de inocentes se esta contribuyendo con la putrefacción de las estructuras ciertamente establecidas, pero también de la especie. Cuando se observa una persona adulta agredir a un niño/a en algún espacio público y no se actúa o señala el abuso, se está contribuyendo con el cáncer social. Igualmente sucede con los casos de violencia doméstica, harto conocidos en las comunidades populares y también en “urbanizaciones”, los cuales pasan como “normales” dentro de la cotidianidad de esas comunidades. Cuando un funcionario público comete un acto de corrupción debe ser señalado así como penado y, reconocer que se ha errado pero que igualmente se ha rectificado. El silencio, es el más grande cómplice de la corrupción en sus diversas variantes, bien sea humana (la más grave), política y económica. En el espacio de ejercicio de poder gubernamental, en eso que llamamos público que ahora también es privado, la corrupción se posesiona cuando no es posible revertir viejos vicios cosificados dentro de una estructura contaminada que jamás se pondrá a tono con transformación o cambio alguno. El Nepotismo, vieja práctica, especialmente cultivada durante el siglo XV y XVI por los jerarcas de la Iglesia, se mantiene aún viva, con la variante que se ha mimetizado, es decir, se esconde dentro de una red negativa de poder. No hablemos de lo que significaba dentro de las monarquías antiguas y no tan antiguas, salvando las diferencias culturales, donde el poder es “heredado”, pero quizás la diferencia aquí estriba en que la ”norma” impuesta por grupos de poder, señalaban que debía ser así...hasta que el pueblo se alzó. El privilegio a familiares, es la práctica predilecta de quienes tienen la ambición de obtener beneficios máximos de las arcas del estado con excelentes cómplices, así como de mantenerse en el espacio de poder conquistado y/o de colocar personas de supuesta “extrema confianza” para garantizar la seguridad. Es así como observamos al hijo del jefe, el compadre o comadre, su hermana/o, nietos y primos conformar parte de la tribu de poder, son los que mandan, legitimando así una muralla infranqueable de mala practica administrativa y política que pudre cualquier proceso. Este fenómeno se encuentra hoy día presente en las estructuras medias y básicas de autoridad. Situación que hay que remediar, sino estaremos labrando nuestra propia fosa histórica, es imperativo que se construya la nueva escala de valores revolucionaria, mediante el análisis descarnado del quehacer que hasta ahora ha imperado en todos los espacios, debemos vernos para poder contribuir, higienizar, mejorar y avanzar. Davos debe ser superado. Decíamos que la corrupción esta compuesta por una serie de elementos que entran en juego en el entramado que constituyen las redes de poder político y social. La degeneración de las relaciones (pretensión de favores sexual a quienes dependen laboral, académica o familiarmente); el Nepotismo ya señalado; la ambición de poder para lucro personal y no para satisfacción de intereses comunes; la dicotomía de la practica humana, es decir entre la acción y el discurso; el tráfico de influencia para favorecer allegados; el pago de favores a través de espacios de dominio a amantes de quienes ostentan poder; el soborno descarado o velado; incluir en las nominas del estado personas que cobran sin trabajar, el abusar del personal subalterno para resolver problemas domésticos (desde compra de anticonceptivos hasta pago de servicio ), retraso de pago de deudas para obtener la ganancia de intereses en mesas de dinero, el aprovechamiento de la buena fe del Otro/a; el recibo de comisiones por licitaciones o negocios del estado, pagos que hoy día se han refinado, pues hay mayor “cautela”, la sustracción de bienes de cualquier institución, la mala administración del dinero público etc. Por otra parte y para no perder de vista el ámbito de lo cotidiano, que es donde se construyen las bases relacionales de la especie y por ende donde también se practican tales vicios, podemos observar el tráfico con la miseria ajena, es decir aquellos que piden en los colectivos para presuntas operaciones de infantes de escasos recursos, los vecinos/as que realizan pago al agente de la empresa eléctrica para que no retire el servicio ilegal o la remuneración a algún vecino-experto para obtener la conexión eléctrica ilegal o, en el mas modesto de los casos, el trampear el medidor de energía; igualmente el pasar productos con la complicidad del cajero del mercado y luego repartirse el botín en casa, también el niño/a que llega del colegio con algo ajeno en su morral y los padres no increpen al mismo, naturalizando así desde la infancia tales acciones, etc.¿Qué hacer? La concepción de una férrea ética revolucionaria, para combatir la corrupción, debe pasar por la discusión colectiva, sincera y es urgente tal revisión la cual debe hacerse bajo una condición humana fundamental: la humildad, que no significa sumisión. El proceso de transformación que estamos viviendo reclama que los nuevos escenarios se encripten ante la posibilidad de que un virus mortal como lo es la corrupción y cualquiera de sus elementos, enferme aún más lo nuevo.

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