www.aporrea.org08/03/06 - http://www.aporrea.org/actualidad/a20087.html
María es linda, a su más de medio siglo vivido es sencillamente linda y eso no es a propósito de productos de belleza y esas cosas, no. Su beldad no es el estereotipo establecido, nada de tetas hechas, ni de inyecciones de bottox que insulsamente intentan borrar las líneas de vida, tampoco fajas de yeso o rellenos especiales. Su cuerpo, sus marcas y pliegues, tal como está es un monumento a la esencia femenina en esta sociedad capitalista, patriarcal, cruel, opresora y estereotipada, donde ser mujer es tan fatal cómo ser pobre o ser discapacitado o ser de piel oscura, lesbiana o sencillamente ser diferente o, peor aún, ser mujer, y guardar cualquiera de las condiciones antes referida. De la exclusión sabemos mucho las mujeres. María de niña era eso, niña, ella misma cuenta que no gustaba de jugar con muñecas y realmente no se acuerda de tener preferencias por algún objeto propio de la niñez femenina dependía para vivir, de su familia. Comenzó su trabajo como mujer y madre a los quince años, cambio la vida “cómoda” que llevaba al lado de sus hermanos y hermanas mayores y padre por la compañía, en principio, de quién aún hoy es su compañero y, no tan posteriormente sino más bien en paralelo, por el ser que se gestaba en su vientre. Lo de ella y su compañero fue algo así como “amor a primera vista”. Se fue de casa, se mudo a otro estado, huyendo del inminente castigo físico que le podrían propinar sus familiares machos por la “metida de pata” y parió a la muchacha en un hospital marabino. En casa de la suegra, ubicada en un barrio zuliano llamado los Olivos la María, tejía sus sueños. Dice haber disfrutado durante la gestación, hasta pelarse los labios, del fruto del merey. En una ocasión, María estaba en la entrada de la casa de paredes adobe agrietada y techo de zinc a dos aguas, avizoró a lo lejos dos mujeres quienes tras de sí levantaban una nube de tierra amarilla, estaban totalmente vestidas de negro, brillaban como azabache pulido al contrastar con el recio sol que caracteriza el cielo zuliano, la niña que llevaba en los brazos le fue arrebatada por estas mujeres a quienes el manto negro les cubría parte de su rostro y la totalidad de la cabeza y cuerpo. Hacían un ruido gutural mientras María, sollozando, daba gritos pidiendo ayuda. Los vecinos de la barriada salieron corriendo y detuvieron a estas mujeres de piel tostada por el sol y de facciones achinada, cabello lacio el cual jugaba con la manta que intentaba cubrirles. Fue recuperada la muchachita. El alma de María, le volvió al cuerpo.La suegra era una mujer de recio carácter, de extractos humildes, quien con mucho esfuerzo se había formado como enfermera. Trabajaba para diversos patronos para redondearse un sueldo digno que le permitiera sacar adelante a los seis hijos e hijas que orgullosamente había traído al mundo, pues no contaba con el apoyo de los padres de los hijos. Ahora tenía una carga adicional en casa, la yerna y la nieta. El tiempo pasó, María retornó a su hogar paterno en la Guaira y consigo se trajo a su hija de un año de edad y al compañero. El compañero, un joven que se dedicó a trabajar para cumplir con la lógica patriarcal de ser el sostén de hogar, estudio a destajo, nada mas distante del Emilio y orden deseado de Rousseau. Apenas pudo sacar el bachillerato entre los celos de María, la niña que crecía y el otro hijo que se gestaba en el vientre de ella. María era celosa, ella misma dice que a estas alturas y debido a su experiencia de vida ya no lo es “¿para qué?” se pregunta, “si igual le montan los cuernos a una ¿y? me lo tengo que calar – dice – por no haber estudiado”. En realidad María no fue amante de los estudios y no le apetece estudiar ahora, dice ser “profesional del hogar”. Ella apenas llegó al sexto grado de educación primaria, presume de tener una preciosa escritura, en verdad tendrían que leerla, ciertamente se esmera en curvaturas y cadencias entre una y otra letra. Esa cualidad le sirvió cuando estuvo por Zulia, para escribirle a su padre y medio relatarle lo que estaba viviendo en aquel pueblo tan ajeno a la realidad y cotidianidad de quienes formaban parte de su historia original de vida. Las matemáticas le dan “piquiña”, dice y, además es poco adepta a la lectura, a menos que se trate de las ofertas y los encartados de venta de cuanto producto ofrece el sistema para modelarle y nutrirle su sueño de gastarse unos cuantos centavos en lo que ella necesite. Si viesen a María los domingos soperos, entre legumbre, cilantro o culantro (cuando hay), el duro jojoto indispensable, según ella, para una buena sopa de costilla y las verduras, en este festival dominguero van y vienen las cuentas entre las ofertas y lo que aspira adquirir para “vivir más feliz”. María dice no ser política, pero pelea con la radio. A veces oye a Chávez los domingos y se emociona y discute con el amigo-compañero y los hijos/as que ya están grandes. Defiende a Hugo hasta donde le permita el verbo, créanme es muy creativa y convincente. Cuando no tiene argumentos con los cuales debatir apela al lenguaje gestual-corporal y allí María es campeona. Los hijos e hijas le entienden a la perfección, bástese una pelada de ojos, para que se detenga la discusión. Saca cuentas y dice que Mercal es una ayuda importante pues, en el gran mercado donde ruedan los carros por amplios pasillos los números no le cuadran, la plata no le rinde y no se pueden obtener los productos que se compran en Mercal, el azúcar, leche, aceite, harina y embutidos. Le rinde un culto especial a la mantequilla de ese lugar. María señala que tiene un aroma especial y lo mejor es lo económica que es. Administra las deudas de la familia y el pago de luz, esta pendiente de manera puntual y dice que el pobre siempre “paga lo que debe”. María es experta limpiando. En la vivienda donde alberga sus sueños, no puede haber siquiera polvito. Dice, cada vez que puede, que “la pobreza no está peleada con la limpieza”. Cambia las sabanas de la familia con frecuencia y limpia diariamente hasta el último rincón con la escoba y el coleto, el cual lo prefiere de paño viejo pues “seca mejor”. Ella pasa el dedo por las ventanas y libre Dios que salte polvo. La hija, la yerna y la nieta la ayudan muy poco. María sabe que la familia depende de ella y que su papel dentro del grupo es de importancia, ella se sabe amada. El chisme según María, es peligroso. Pero María es experta en el arte de fisgar, muy poco sale de casa, sin embargo conoce la vida de la mayoría de los vecinos y vecinas. Es enemiga de “metedero en casa ajena” pues de allí – según ella- lo que salen son problemas. De allí que María prefiera el fisgoneo individualizado, que además le da mucho elemento para conversar con la familia por las noches. Desde su hogar tiene acceso a unos cuantos metros cuadrados de vida ajena. Arriba hay una hilera de vecinos que no escapan a la agudeza visual y auditiva de María y, en la callecita del barrio es mucho más fácil acceder a la vida de los otros vecinos pues la entrada de la casa queda cerca de sus diálogos. María no ha parido hijas e hijos para alimentar el sistema. Ella sabe que todos y todas son rebeldes con causa y, ella estimula tal situación. Humildemente María contribuye con la emancipación de la especie. Considera que la educación formal no le hubiese enseñado los detalles de la vida y tampoco le hubiese dado las satisfacciones y desencantos que hasta ahora ha recibido, a pesar de que sabe que la educación es un medio poderoso para liberarse económica y culturalmente hablando. Vive la experiencia de sus hijos quienes sí han pasado por las aulas y-según ella-cuanto les falta. Muy pocas mujeres cuentan con la suerte de mí María. En nuestro continente hay muchas María, que viven la condición de “mujer” señalada por la sociedad patriarcal, desde muy temprana edad y, que además tienen experiencias mucho más complejas y lacerantes. La violencia, la falta de atención por parte de la mayoría de los gobiernos de la región, la ausencia de políticas públicas con enfoque de género, la exclusión solapada y descarada que se da a la hora de brindar el empleo o de matricular en los colegios, la posibilidad lejana de otorgarles créditos y capacitarlas para el trabajo, las expresiones de violencia que se gestan en la cotidianidad de las comunidades, son una realidad que no se puede ocultar en nuestro hermoso continente. Uno de los escenarios mas violatorios de nuestra condición de mujer, es el bélico. Las primeras víctimas de una conflagración bélica son las mujeres, son el objetivo solapado, la agenda oculta de los soldados de uno y otro bando, lo que se debate tras bastidores en los cuarteles o en las trincheras, es uno de los trofeos preferidos, de allí que la reflexión, la solidaridad y todo el apoyo posible debiese estar dirigido a las mujeres que en estos momentos en el mundo estén siendo víctima de tan aberrante situación, que las voces de las otras se levanten para visibilizarlas. El otro escenario que violenta la condición de mujer, es el privado, las batallas son silenciosas y las huellas son dolorosas. Mi solidaridad, vergüenza (por no poder hacer más) y saludo especial a las mujeres de Irak, quienes han resistido valientemente tanto dolor. Que todas las María puedan decidir lo que quieran ser y hacer sin opresión alguna en el espacio público y privado; que la sociedad no estigmatice, que la humanidad se humanice y que reconozca las desigualdades y exclusiones que aún hoy se mantienen vivas en el continente y el mundo a fin de erradicarlas realmente. Que éste ocho de Marzo sea de reflexión para todas y todos en torno a esa Otra, que forma parte fundamental de la especie.
No hay comentarios:
Publicar un comentario