pero ¿y esa otra envidia hipócrita, solapada, abyecta, que está devorando a lo más indefenso del alma de nuestro pueblo? ¿Esa envidia colectiva? ¿La envidia del auditorio que va al teatro a aplaudir las burlas a lo que es más exquisito o más profundo? (Miguel de Unamuno. 1919.Abel Sánchez. Prólogo)
Creemos inocentemente saber qué es el Odio y no es así, pues aún muchos/as de nosotros no nos conocemos internamente a entera satisfacción. Según algunos filósofos Griegos, específicamente uno de los filósofos presocráticos Empédocles de Akragas, creía que este sentimiento era una de las “fuerzas cósmicas” que podía separar los elementos originarios: tierra, aire, viento y fuego y que a su vez grosso modo, esta fuerza cósmica y separatista degeneraba en corrupción de la realidad. El nacimiento es consecuencia de la mezcla. La realidad es mezcla indicaba éste filosofo. Y la única fuerza posible que puede contrarrestar tal sentimiento es el Amor. Para Miguel de Unamuno, filosofo español, ejecutor magistral de lo que se dio en llamar la nivola o intrahistoria, manifestó que “lo que odiamos en Otros es, precisamente, lo que odiamos en nosotros”. Este filosofo definió, entre otros diversos temas, el Odio como ese instinto de autoflagelación, de deterioro del alma, de destrucción de toda una vida en función de la pócima que nos hace inalcanzable el estado de armonía. Las más de las veces el Odio se materializa en venganza. Quizás es un tema bastante debatido y hasta agotador y aburrido para algunas/os. Pero lo cierto es que el odio, es un sentimiento que compone nuestra condición humana. Suele suceder que al igual que el resto de las miserias, ésta se oculta, subyace dentro de una/o, rara vez se atreve cualquier ser humano a expresar su enervante odio de manera abierta o franca hacia Otro. Según lo descrito por el último filosofo que hemos citado, Unamuno, en su obra “Abel Sánchez”, el odio tiene esencialmente tres elementos mas que lo componen, los celos, la ira y la envidia, aderezado por la intriga. La envidia es un sentimiento terriblemente dañino, es “imposibilidad de” que se superpone ante los deseos de ser, poseer u obtener lo que la otra/o representa o tiene, en algunos casos va más allá de lo material, sin perderlo de vista, claro. Los celos, representan un sentimiento mas “popular” y mejor conocido por muchas de nosotras/os, éstos son causa de mucho mal en el mundo, en especial para las mujeres tanto en el espacio público como en el privado. Su deleite favorito son las relaciones de pareja, siguiendo en potencial escenario el trabajo, la academia y la familia, recordemos pasajes del colega que asciende, el amigo/a que se gradúa, el hermano/a que se casa, el que gana la lotería ¿cuántos no han sentido celos del hermano/a?. Actualmente, estas expresiones precisas de parte de las miseria humanas (odio, envidia, celos, ira) son causa de miles de muertes diarias en el mundo por violencia en sus diversas manifestaciones, en especial son preocupantes las cifras de feminicidios en el planeta. En la Federación Rusa según datos de la Organización mundial de la salud (2002) los crímenes contra mujeres alcanzaron la horrorosa cifra anual de diez mil setecientos diez y seis; más aún recientemente Guatemala presentó unas cifras alarmantes de feminicidios, en lo que va de año se han reportado cincuenta muertes violentas, lo que representa un promedio de entre dos a tres mujeres diarias asesinadas en el país hermano. Asimismo, es curioso por ejemplo como en el mundo cada minuto 4 mujeres son sometidas a la ablación. En Egipto se estima que tres mil seiscientas niñas son mutiladas genitalmente a diario, según reportes de organizaciones de derechos humanos en ese país, práctica que se lleva a cabo entre otras causas por razones de origen religioso-cultural, para preservar presuntamente el “honor de la familia”, lo que parece más bien un mecanismo tortuoso de control sexual, el rival sin parangón del cinturón de castidad usado por los caballeros del medioevo. Estas prácticas son manifestaciones de violencia extrema, cuya causa solapada es el Odio. Odio por quién pueda poner en riesgo la honorabilidad de la familia, Odio por quién intentó abandonarle sin su consentimiento, Odio por quién se atrevió a alzarle la voz y discutir una orden, Odio por quién exigió la posibilidad de estudiar y trabajar a pesar de estar casada, Odio por ser diferente, en fin es el Odio por lo que se supone amenaza la “estabilidad emocional” y el “poder” o “control” . En estos casos específicos los daños son irreversibles. La pobreza genera Odio. Existen ochocientos diez y seis millones de personas en el mundo, según datos de la FAO, que se encuentran por debajo de la línea de pobreza, es decir, que ganan menos de dos dólares diarios. El sistema económico hegemónico excluye y como en otros tiempos genera procesos de selección artificiales que determinan la muerte definitiva de quienes no reúnan las condiciones óptimas para ser incluídos/as. Esto representa la enajenación nefasta de los cánones sociales establecidos, pues en su mayoría estas son personas sin ningún tipo de seguridad. El mundo les ha decretado la muerte por acción directa y por omisión o indiferencia. Para ilustrar tal situación, recordemos aquel funesto pasaje durante el año dos mil cuatro, el caso de los asesinatos selectivos y en serie de indigentes que se sucedieron en la “gran Caracas”. El Odio se vistió de violencia por parte de las/os agresores y de indiferencia por parte del estado y la sociedad pues nunca se encontró a las/os responsables ¿Odio traducido en profilaxia social?. Esto consecuentemente, se traduce en la categorización de la ciudadanía: Indigencia = ciudadano de cuarta. Una de las últimas misiones sociales, la misión Negra Hipólita, se supone debe trabajar con los excluidos sociales, ciertamente, es ardua la tarea y deberá pasar por el reconocimiento de la educación para todo el conjunto de la sociedad y no el simple suministro de satisfactores materiales. Educar para reconocer y cultivar el respeto. Es curioso ver cómo por ejemplo, la violencia infringida desde un marco valorativo, impera en algunos grupos. Las/os seres humanos que manifiesten alguna preferencia sexual distinta a la combinación binaria “uno cero” o “cero uno”, XX y XY, son inmediatamente estigmatizados y señalados por el conjunto societal y los “valores” establecidos ajustados a una moral falsa. En los espacios públicos es difícil ver y/u oír a cualquier ser humano diferente sin que sea víctima de la mirada acuciosa de todas/os los “normales”, ni pensar que parejas de personas con conductas sexuales diferentes puedan andar sin censura por las calles de la vida (lesbianas, homosexuales, trans entre otros grupos) sin pasar inadvertidos. En ocasiones si andan solos o solas son abucheados o burlados, en especial por los hombres. Lo mismo sucede con las mujeres que por razones de sobrevivencia venden sus cuerpos. La sociedad las condena a ellas y a los suyos por extensión. ¿Cuantás veces un hijo/a no ha presentado un amigo/a de características “diferentes” al parámetro social de “normalidad” y termina Ud. dándole un sermón acerca de lo peligroso o vergonzoso que es andar con “gente así”?. Esta manifestación de Odio-envidia-celo-ira, termina confinando a los que son diferentes a la soledad, al aislamiento o a la mimetización de su verdadera condición, el discurso social de la doble moral se consuma: Exclusión desde la inclusión. A veces ni siquiera la familia sirve de refugio en situaciones como éstas, pues siempre se juzga desde los patrones morales impuestos, desde donde la inclusión tiene sus limites y la exclusión es la expresión de un castigo merecido. Termina imponiéndose en el caso familiar, la lógica del sacrificio de uno por la protección de todas/os. ¿Cuántas familias no conocemos que niegan u ocultan al miembro/a que no reúna el perfil deseado?. Sin ánimo de negar las valientes excepciones que no son, lamentablemente, la regla. Las/os discapacitadas/os no escapan a esta realidad, ni los de color de piel diferente al impuesto, o las/os que tienen dificultades de aprendizaje. Los seres humanos, nos aprovechamos de las debilidades, diferencias o dificultades de la otra/o, para demostrar poder, superioridad, mejora diferencial, etc. La envidia, es operacionalizada hoy día mediante la exposición de las debilidades o diferencias humanas del otro, pues ella lo que busca es hacer daño, aquí los medios de comunicación juegan tristemente, un papel importante. Los celos por su parte, se deslizan por la agresión, la sedición y la felonía. La ira, es el descontrol, energía pura intentando fragmentar, atomizar, en fin, profundizar brechas. Cuántas veces no andamos por la vida, asumiendo los parámetros establecidos, para lograr parecernos y ser “aceptadas/os por la sociedad”. Es así, por ejemplo, cómo las niñas entienden que la belleza es un logro o éxito cuando se obtienen las medidas occidentales al estilo “Barbie”. Las que no logren tal condición física sufren complejos y son potenciales víctimas. También es típico que en las escuelas comienzan las/os niñas/os, quizás sin saber que hieren el amor propio del otro, a ridiculizar a quienes son diferentes al estándar humano de “normalidad” imperante y en ocasiones enseñado en casa. Recordemos los “bautizos” o pago de noviciado en las instituciones de educación superior y de otra índole, que apuntan a la humillación del Otro, por más divertido que parezca.¿Qué papel juega el odio como “fuerza cósmica” tal como la planteara Empédocles?, pues sencillamente la separación, la generación de brechas, el malestar social, el malestar humano, la ira, la muerte, la destrucción sin posibilidad de crear, pues las secuelas del daño reproducen el resentimiento. Para el Odio, amor, en su concepción supraterrenal, que trasciende lo corpóreo, lo carnal, lo obsceno, lo material. El amor, es la grandeza del alma que transforma y ayuda a no perder la fe en la especie humana.
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